Soy insaciable. Devoro todo lo que cae
en mis manos, no importa el género, lo que me atrae y me seduce lo
cojo, lo acaricio y lo llevo conmigo. Si llama mi atención, merece
irse a mi cama.
Me gusta leer, soy una amante de la
lectura, y en muchas ocasiones un buen libro es mi amante exclusivo.
No solo dedico mi tiempo al sexo
escrito, me gustan todo tipo de relatos y los libros pueden tener ese
inmenso poder de sorprender gratamente al dar vuelta una página. Una
historia de intriga y misterios que promete mucho frío, le dio calor
a mi noche.
Estaba leyendo El Ultimo Pasajero, de
Manel Loureiro y me encontré con algunas escenas lésbicas y
heterosexuales que provocaron que mi mano descendiera para
acariciarme la entrepierna con suavidad, para comprobar si tenía las
bragas húmedas.
Comparto con vosotr@s un par de pasajes
¿te humedecerás tu?
Robert desplazó las manos hacia la
cabeza de Kate, con un gemido, y enterró los dedos entre su pelo. En
respuesta, Kate sujetó la cinturilla de goma del calzoncillo y lo
bajó, al tiempo que le lamía con fruición las ingles. El miembro
de Robert estaba henchido y se elevaba rozando su mejilla. Con una
lentitud dolorosa, lo sujetó con una mano mientras comenzaba a
besarlo con los ojos cerrados, embriagándose con su olor familiar y
disfrutando de su tacto terso. Con suavidad cerró sus labios sobre
el glande y comenzó a chuparlo con movimientos rítmicos y cada vez
mas intensos.
Robert jadeaba sin control a medida que
sus caderas se arqueaban. Kate disfrutaba de la inmensa sensación de
poder que le proporcionaba aquel momento, su boca subía y bajaba en
torno al miembro mientras lo sujetaba por su base con la mano derecha
y le acariciaba los testículos con la otra. Notaba cómo latía
dentro de su boca, cada vez mas profundo, cada vez mas empapado de
saliva y vibrante.
Fue el turno de Robert, que le separó
las piernas y se colocó entre ellas. Con deliberada lentitud, apoyó
su miembro sobre los labios mayores y comenzó a moverse con
suavidad, sin llegar a entrar en ella. Aquel roce arrancó un gemido
de impaciencia en Kate.
Entonces, muy despacio fue entrando en
ella. Kate notaba cómo Robert la iba llenando, ocupando hasta el
último hueco en su interior, rozándose contra la piel. Empezó a
embestirla con movimientos rítmicos de cadera. A cada empujón ella
gritaba, sumergida en un cóctel explosivo de placer, alegría e
incredulidad. Ella notó en su vientre una inmensa ola a punto de
estallar. Hundió la cara en el pecho de Robert en el momento en que
un orgasmo avasallador la sumergía por completo. Gritó, liberada,
mientras oleadas de placer cruzaban por su cuerpo y la sacudían por
completo, fuera de control. Fue un orgasmo largo, potente y profundo.
Notaba como sus contracciones se cerraban en torno al miembro de
Robert, multiplicando por mil aquella deliciosa sensación. Robert
también parecía notarlo, porque de golpe sus movimientos se
hicieron más rápidos, mas urgentes. Clavó con fuerza sus manos en
las caderas de Kate, inmovilizándola en una postura de total
sumisión, mientras su cara se transformaba en una sensación de
éxtasis, justo antes de correrse con fuerza en su interior.
Kate sintió el orgasmo de su hombre al
mismo tiempo que una extraña sensación húmeda la llenaba por
completo y un nuevo orgasmo la atacaba por sorpresa. Parecía como si
un dique enorme se hubiese abierto dentro de ella y todo se estuviese
llenando de líquido.