De sexo se habla y se escribe mucho, mas de lo que se practica.
Esto no es una guía para practicar mas, pero puede ser que mis experiencias
te hagan sonreír, sonrojar o te ayuden a conocer mas sobre el tema, buscarle
nuevos puntos de vista, o aprender juntos sobre sexo, erotismo y placer.

jueves, 26 de agosto de 2010

Sexo en el Caribe (Parte VII)


Tanto deseo acumulado desde hacía un par de días, tanto preámbulo, para que me quedara con la sensación de poco menos haber sido violada. Mientras me duchaba escuché que alguien abría la puerta, me giré y a través de la cortina puede ver a Enrique con un vaso de café, apoyado en la puerta del baño, observándome con una sonrisa.
Como cada día, se levantaba al amanecer, salía a correr por la playa y luego una hora de gimnasio, ese cuerpo no se mantenía en ese estado espectacular solo con desearlo. Antes de regresar al piso, pasó por la cafetería pensando en mi vicio por el café, entre otros, aunque de sexo no podía opinar, porque no me dio la oportunidad de demostrar ninguna habilidad.
Sonreía como el hombre mas feliz del planeta mirando a su enamorada, y yo pensaba “pedazo de cabrón, no tienes ni pajolera idea de lo que es hacer gozar a una mujer ni cómo provocarle un orgasmo”, pero detectar miradas asesinas tampoco era su fuerte.
Cerré el solitario grifo y avancé un par de pasos desesperados hacia el café, como un adicto que pilla su primera dosis del día. Con las manos liberadas, comenzó a desvestirse y a empujarme nuevamente hacia la ducha. En fracción de segundos estaba empalmado, solo con contemplar mi cuerpo desnudo y mojado por fuera. Cuando quise darme cuenta estaba intentando penetrarme sin previo calentamiento.
Esta vez no sentí ningún placer, solo dolor. Mentalmente estaba un poco excitada, no todos los días me encuentro frente a un adonis negro con tremendo pene enhiesto. Como cualquier mujer, cuando me excito sexualmente, experimento una relajación de los músculos vaginales, voy sintiendo un calor profundo, y aunque suene realmente cursi, me imagino como una flor, como pétalos que se abren a los primeros rayos de sol, y desde los que caen como gotas de rocío los deliciosos jugos que hidratan el camino, y que pequeños espasmos segregan mi miel.
Esto no era lo que me estaba ocurriendo precisamente, no estaba siendo satisfactorio. Mi cuerpo respondía involuntariamente contrayéndose, imposibilitando que su verga entrara en mi. Tenía la certeza de que no lograría hacerme gozar, no había conexión de mi mente a mi cuerpo.
Lo estaba rechazando, sin que una palabra brotara de mis labios, ningún gesto de mi mano le indicó que se detuviera. Introdujo parte de su polla y comenzó a moverse dentro de mi. Notaba que estaba gozando como un loco y yo solo quería que acabara de una buena vez.
Poco tiempo fue suficiente para que echara su polvo mañanero y estar en condiciones de irse relajado a atender sus “negocios”. Al menos eso creía yo. Deseaba desaparecer de ese piso sórdido y agobiante, de esa atmósfera opresiva. Tardó una eternidad de bañarse, untar su cuerpo con aceite para bebé, (el secreto de la suavidad de su piel), vestirse y perfumarse. Al menos tenía la costumbre de afeitarse la cabeza, porque si debía dedicarle tiempo al cabello, me daban las uvas. Cuanto mas tardaba en acicalarse, mas ansiedad tenía yo, pero él no lo notaba, hablaba sin parar, con esa cadencia dulzona, cortando el final de las palabras.
Al fin salimos, pero el paisaje que me rodeaba no era mucho mejor, todo tenía un color triste, no parecía que estuviera en el caribe, ¿dónde estaban las casitas de madera de vivos colores? ¿dónde estaban los amantes bien dotados y atentos y dispuestos a dar placer? Mas que una fantasía hecha realidad parecía estar viviendo una pesadilla.
Subí a la moto, seguía sin pronunciar palabra, y Enrique seguía hablando y hablando. Cogió la carretera y vi a lo lejos la zona de los hoteles que se recortaba en el cielo. El aire y esa visión calmó un poco mis nervios. No llegaba mas el momento de cerrar la puerta de mi habitación y refugiarme en ella. Cuando se detuvo frente a donde estaba alojada, salté al suelo, le di un beso rápido y me alejé, mientras caminaba oí que me decía que hablábamos por la tarde, pero ni siquiera me giré para mirarlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Atrévete, dime lo que piensas, es anónimo, pero al menos deja un nick o apodo