De sexo se habla y se escribe mucho, mas de lo que se practica.
Esto no es una guía para practicar mas, pero puede ser que mis experiencias
te hagan sonreír, sonrojar o te ayuden a conocer mas sobre el tema, buscarle
nuevos puntos de vista, o aprender juntos sobre sexo, erotismo y placer.

lunes, 28 de febrero de 2011

En el rincón mas íntimo (II) relato

un relato escrito por HOMBREconAGUANTE
Concluida la cata, Emilio se arrodilla a espaldas de Noemí y, separando sus nalgas, deja caer entre ellas un grueso hilo de saliva que baja resbalando, moja el esfínter y prosigue su camino.
Cuando ya está cayendo del cuerpo de la mujer, Emilio coloca su lengua en el punto desde el que la saliva se precipita al vacío y traza con ella el camino inverso, ascendiendo hasta el ano de Noemí que manifiesta el gran gusto que todo ello le provoca entornando los ojos.
El joven moreno no escatima atenciones al orificio sonrosado pasando la punta de la lengua sobre él con parsimonia.
Dando por bueno el dicho "favor con favor se paga", Noemí se gira y yergue del suelo a su invitado para luego caer de rodillas ante él. Levanta más su pene hasta dejarlo paralelo al vientre para que el escroto, sin vello alguno, quede totalmente al descubierto. Luego lo lame con exquisitez y se introduce alternativamente los testículos en la boca. Sube con la lengua desde estos hasta la cima del miembro y vuelve a bajar, repitiendo media docena de veces esta ruta de ida y vuelta, notando en cada pasada las venas que lo decoran.
Ahora Noemí abre la boca para dar cabida en ella a ese estilete macizo y ardiente, lo envuelve con su lengua, le da paso hasta la entrada de la garganta, lo saca para lamerlo de extremo a extremo, lo vuelve a engullir. La saliva lo empapa dentro de la boca y cae por la comisura de la boca hasta los senos y el suelo.
Cambiando de tercio, Emilio lleva a la mujer a la cama indicándole que se eche. Noemí se apoya sobre los codos y separa sus piernas suponiendo que llega su turno de gozar del sexo oral.
Emilio se arrodilla y comienza a devorar los pliegues y recovecos de ese manjar carnal. Separa los labios vaginales como quien quita el envoltorio de un bombón y lame con esmero el tesoro recién descubierto. Luego da entrada a uno y dos de sus dedos, que se encuentran en su camino un túnel dilatado, mojado y cálido.
Tras usarlos para penetrarla, siguiendo el compás marcado por sus suspiros y resoplidos, vuelve a emparejar sus labios con el par más íntimo de los de Noemí y se lanza a un pasional cunilingus.
Como si se tratara de un ser famélico y ávido de aroma y sabor a mujer, chupa, lame y besa toda la entrepierna de su amante sin discriminar nada: labios e ingles, clítoris y ano, son objeto de su fiebre bucolingual, con la que trata de complacer.
El único inconveniente de una generosidad tan abrumadora y de tal entrega amatoria es que, cada vez que Emilio pone el clítoris en el punto de mira de sus atenciones, Noemí es llevada a una sensación más cercana a la molestia, incluso al dolor, que al placer.
Normalmente ella gustaba de llegar al orgasmo como quien desciende por un tobogán con una pendiente que, suavemente inclinada al principio, se va acentuando a medida que avanza; para acabar sumergiéndose bien en una piscina refrescante, bien en una terma caliente. Pero el ímpetu de Emilio cuando ataca su clítoris la hace recibir el placer a calambrazos, como descargas eléctricas teledirigidas al centro de su mente, como sobrecargas de sensaciones acumuladas, como picos de tensión; en definitiva como si circulara por los dientes de una sierra y no por aquel tobogán.
Pero, llegada a este punto, ella se deja ir; porque, cuando te acercas a un nivel de excitación tan alto que la palabra vértigo empequeñece, cuando pareces vivir las sensaciones desde fuera de tu cuerpo, dolor y placer llegan a tener siluetas coincidentes. Además, también le gusta lo inesperado del siguiente calambrazo, el no saber en qué momento exacto la siguiente flecha con sobredosis de endorfinas será disparada. Por otro lado, dejando de lado estos fallos en la técnica sexual de Emilio, pasando por alto estos tics de impericia que un experto cazador del placer no tendría, ella estaba satisfecha con las prestaciones ofrecidas por el muchacho.
En estas vicisitudes se encuentra Noemí, en estos pensamientos inmersa, cuando el primer orgasmo, largo y sostenido, la asalta por sorpresa, inundando como una gran ola todas las terminaciones nerviosas de su cuerpo convulso. Justo al mismo tiempo, Emilio recibe en su lengua el néctar con esencia de mujer que tanto parecía estar buscando.
Tras unos instantes de reposo para que ella recobre el aliento que antes huía de ella como el aire de un globo inflado pero no anudado que se suelta, Emilio hunde su miembro en las profundidades más íntimas de la ninfa pelirroja, la cual se tumba totalmente en la cama dispuesta a una nueva batalla.
Los gemidos y los jadeos pronto vuelven a llenar el ambiente. Ella se muerde el labio y se acaricia los pezones, siente el pene duro y candente en sus entrañas, nota la energía que desprende cada una de las embestidas de ese bravo semental, absorta en un mundo de pecados sin penitencia; tan absorta que tarda en notar algo duro contra su nuca.
Al percatarse lo busca con la mano bajo la almohada y saca el olvidado y gran consolador. Al mirarlo, Emilio, abriendo los ojos con una mezcla de inquietud, asombro y miedo; notando cómo su erección abandona su cuerpo a marchas forzadas; empezando a echar instintivamente la mano hacia atrás para tapar su trasero; y contrayendo su esfínter (como si la vida se le fuera a escapar a través de él o, lo más adecuado al caso, como si un dolor inconmensurable pudiera colarse por él en su cuerpo), dice a Noemí mientras señala con el índice de su otra mano al monstruo que acaba de emerger: - "Aaa no... Oye, ni de broma ¿eh?"
Ella entre carcajadas le responde tranquilizadora y burlona: - "Burro, no, se me quedó olvidado aquí. Cuando timbraste lo estaba usando"
Y tras dejar el aparato sobre la mesilla, el color vuelve a la cara de Emilio algo más pronto que la firmeza a su miembro, que, no obstante, se acaba reponiendo. Superado el trance y con renovados bríos, Emilio pone los pies de la todavía sonriente Noemí sobre sus hombros y continúa penetrándola. Ella baja la mano hasta su entrepierna para masajear su clítoris y para acariciar ese pene duro, triunfante sobre el fantasma horrendo del gatillazo, mientras entra y sale.
El cabello de Noemí empieza a pegarse a su rostro por el sudor. Traga saliva, se estremece de gusto. Emilio coge uno de los pies de la mujer, que siguen sobre sus hombros, y lame su planta un par de veces. Entre gemidos de Noemí y balbuceos ya incomprensibles ahogados en placer, el joven aumenta la potencia de su movimiento de cadera mientras le chupa los dedos del otro pie.
La fiera pelirroja avanza salvaje hacia su segundo orgasmo. Se estruja los pechos y mueve la cabeza de lado a lado. El clímax, imperial, llega arrasando con todo, forzándola a chillar, a agarrarse con fuerza a las sábanas, a pedir más, por lo que, prácticamente enloquecida, dice sin rodeos: - "Ahora a cuatro patas y por el culo"
Una vez puesta en posición sobre la cama, Emilio lame su ano para lubricarlo, con esmero pero también con premura ante la sed de carne que había poseído al espíritu de la mujer. A continuación chupa su dedo índice y lo introduce por el esfínter. Habiendo encontrado acomodo dentro, el dedo va trazando círculos cada vez mayores para dilatarlo y, al comprobar que hay ya sitio para un segundo dedo, procede a invadir lentamente el recto de Noemí con su erección. A cada movimiento de entrada o salida el miembro endurecido se desliza con mayor facilidad.
Emilio se inclina sobre la espalda de Noemí para poder cogerle los pechos y besarla en cara y cuello. Ella, al sentir la cara al lado de la suya no duda en pedirle más bravura, mayor ímpetu, con lo que el joven retoma su tarea de perforación, de horadación.
CONTINUARA...
un relato escrito por HOMBREconAGUANTE

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