un
relato escrito por HOMBREconAGUANTE
Tras unos instantes
de titubeo, la nueva mujer se encamina hacia la pareja. Paso a paso
se va revelando el cuerpo de una morena, de piel blanca, que lleva
bañador porque también llegaba furtivamente a las piscinas (en este
caso, para nadar).
Al llegar a la altura
de los dos, Lorenzo se gira, sorprendido, para luego esbozar una
sonrisa y dejar espacio a la nueva incorporación. La segunda mujer
se deshace de su prenda liberando unos pechos firmes y de buen tamaño
y un vientre plano con un tatuaje de una rosa, cuyo tallo echa raíces
en su entrepierna.
Sin mediar palabra,
se pone ante las piernas de Alicia e inclinándose, busca con su boca
los genitales de la rubia.
Mientras, Lorenzo,
para no quedarse fuera de juego, le besa los labios y el cuello, a la
par que su mano acaricia y masajea uno de sus pechos. Alicia disfruta
enormemente del doble regalo: de los besos y caricias del joven,
pero, sobre todo, del delicioso sexo oral que le practica la
morena sin nombre, la cual sabe encontrar entre los pliegues de su
flor, los resortes más delicados y escondidos del placer, con una
maestría, técnica y sensualidad como sólo una mujer sabe entregar
a otra en esas tareas.
Sabe muy bien qué
movimientos, qué trazos debe seguir su lengua, con qué velocidad
usarla para recorrer los rincones; en qué momento y con qué
cadencia reemplazar la lengua por sus labios; cuándo y cómo asaltar
un clítoris, bien lamiéndolo, bien chupándolo; cómo emplear sus
dedos en labores de reconocimiento.
Así que no es
demasiado el tiempo que tarda en conseguir que Alicia, vibrante y
excitada, deje escapar de su sexo el dulce manjar de su miel, que la
bella morena se encarga de libar.
A continuación va lamiendo el torso de la rubia y arrebata la boca de Alicia a los besos de Lorenzo para besarla ella.
A continuación va lamiendo el torso de la rubia y arrebata la boca de Alicia a los besos de Lorenzo para besarla ella.
De los labios de esta
amante femenina fue la primera vez que Alicia probó su sabor más
íntimo. Esa sensación será una de las más estimulantes y
poderosas de su vida sexual y la que le llevará a desear, buscar y
hallar nuevas experiencias lésbicas en el futuro.
Volviendo al
presente, la morena desconocida, tras haber devorado el fruto de la
entrepierna de Alicia, hace ahora presa el falo de Lorenzo con
evidente apetito, engulléndolo, paladeando su cálido sabor,
derritiéndolo en su boca, chupando con glotonería su glande
mientras lo mira traviesamente.
Al rato, Alicia se
une a la felación. Así, unas veces se alternan a la hora de
introducirse el sexo del hombre en la boca; otras, lamen o cubren con
sus labios en paralelo parte del tronco, otras más, chupan a la vez
el capullo sonrosado y aprovechan para compartir algún beso.
Finalmente, Alicia
deja a su compañera en su labor y busca los pechos de ésta para
lamer sus pezones con suavidad, sintiéndolos duros y templados,
culminando unos pechos sumamente tiernos, como comprueba al
acariciarlos y recorrerlos con sus dedos. Siente cómo la dueña de
tan primorosos senos agarra su mano y la conduce hacia su vulva,
guiándola en la masturbación.
Alicia nota esa
entrepierna mojada, muy mojada, por lo que sus dedos se deslizan con
facilidad en los bordes interiores de su rajita. Se afana en hallar
el punto G, en notarlo aparecer rugoso bajo las yemas de sus dedos
índice y corazón, mientras que el pulgar acaricia con cuidado el
clítoris y su lengua sigue cubriendo de saliva sus pezones.
Al fin, logra que el
famoso punto haga su aparición y, poco a poco, la morena sin nombre
abandona la felación entre gemidos, y con respiración cada vez más
profunda se tumba para disfrutar de la masturbación, que
pronto, con una Alicia entregada, se convierte en un cunnilingus.
Separa sus labios vaginales y pasa la lengua lentamente; con ella,
cubre el clítoris y circula por cada borde y, finalmente, deja que
se vaya perdiendo poco a poco dentro de los pétalos de esa flor
sonrosada de la que nace la otra flor tatuada. La morena baja sus
dedos para sumarlos a la estimulación. Alicia se detiene a besarlos,
a lamerlos, a chuparlos golosa. Luego retoma la labor de atrapar con
su lengua las esencias más escondidas de su amante mientras ésta
aplica sus dedos a acariciarse el clítoris. Con jadeos y pequeños
espasmos la morena alcanza un prolongado y progresivo clímax.
Renovadas las fuerzas
y permanente el deseo, las dos féminas tumban a Lorenzo.
Alicia se coloca
sobre su miembro erecto dispuesta a domarlo como una amazona; la otra
mujer sitúa entre sus muslos la cabeza del joven dispuesta a recibir
una nueva sesión de sexo oral, a gozar de otra lengua
hurgando en sus recovecos, a notar la respiración de Lorenzo entre
sus nalgas, a sentir sus manos asiendo sus glúteos.
Cabalga la una sobre
la pelvis del chico; se retuerce la otra, moviendo sus caderas sobre
la boca de éste; y, mientras, ambas, rubia y morena, se buscan en
besos cargados de sensualidad. Pasan los minutos y las mujeres
deciden intercambiar la posición, siendo Alicia humedecida, siendo
su compañera profundamente penetrada.
Tiempo después, la
noche camufla cómplice entre sus sombras los gemidos, los cuerpos
sudorosos y las respiraciones aceleradas que preludian los tres
orgasmos de tres amantes exhaustos.
un relato escrito por HOMBREconAGUANTE ¡gracias!
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