Yo que siempre fui de lencería y seducción, de los tacones y
el liguero, de ir calentando motores poco a poco... contigo no puedo.
Una vez que se cierra la puerta tengo la urgente necesidad de
despojarme de absolutamente toda la ropa mientras tu haces lo mismo.
Nos quedamos así, de pie, mirándonos.
Tu cuerpo desnudo es perfecto, tu piel emana suavidad a la vista y lo
que mas me pone es que tu, al igual que yo, te lubricas, se moja
visiblemente tu sexo ante mi presencia y corre por la pierna la
humedad en forma de pequeños hilos viscosos.
Tu sexo se pone mas pegajoso con cada mirada y es una invitación a
posar mis labios, a recorrerlo con la lengua, a saborear tus jugos.
Mis pezones se ponen duros al paladear tu sabor y me los pellizcas,
haciéndome gemir y que mas liquido baje por mi entrepierna.
Busco tus pezones y también están hinchados aunque juego con ellos
por mi propio placer.
Muchos días sin estar frente a frente, no quiero mas preámbulos,
quiero sentirte dentro de mi.
Ha llegado mi momento, cuando me penetras sin que tu polla esté
completamente dura, el máximo placer es sentirla crecer dentro de
mi, notar como se expande llenando cada milímetro, empujándome,
reclamando mas espacio hasta que me haces gritar con esa mezcla de
gozo y dolor, por esa invasión brutal que me produce satisfacción y
me catapulta a otra dimensión, que me hace perder la conciencia
embiste tras embiste, durante momentos eternos, aunque siempre
regreso para sentir la perfección de tu polla en el momento que la
leche sube por tu duro miembro, lo recorre, explota con fuerza y se
derrama profundamente al son de tu rugido.
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