De sexo se habla y se escribe mucho, mas de lo que se practica.
Esto no es una guía para practicar mas, pero puede ser que mis experiencias
te hagan sonreír, sonrojar o te ayuden a conocer mas sobre el tema, buscarle
nuevos puntos de vista, o aprender juntos sobre sexo, erotismo y placer.

viernes, 27 de agosto de 2010

La curiosidad mató al gato


Hoy os dejo un relato de mi cosecha. Mi primera intención fue la de crear un relato muy breve y erótico, pero a veces los personajes cobran vida en nuestra cabeza y así fue como llegó a convertirse un poco al género de la novela negra con toques eróticos.
Ya son pocas las esperanzas que me quedan de que se atrevan a opinar, pero de todas formas, como sé que me leéis, por los mensajes privados que me enviáis, os lo dedico con mucho cariño y os deseo un buen fin de semana. 


Desde la oficina del director, donde me asignaron las tareas y me advirtieron que no podía hablar con el resto del personal, se veía la planta de los “trabajadores” como una cuadrícula, decenas de casillas minúsculas, cada una con un autómata frente a un ordenador.
Un día mas tengo que cumplir mi penitencia, pagar mis pecados.
Debo cumplir ocho horas de trabajo corriente, repetitivo, sin hablar con nadie, de manera anónima, mezclada con el resto de ratas de laboratorio que aprietan los botones adecuados para recibir su quesito a fin de mes.
Camino por el largo pasillo iluminado con fluorescentes hacia mi cubículo, a mi celda de castigo, pero al llegar a la mitad, reduzco mis pasos, como cada día, aunque hoy es diferente, porque al mirar hacia la izquierda en el próximo despacho, encontraré una mesa vacía y un ordenador apagado, en vez de una oficina con papeles esparcidos por todos lados, no escucharé el sonido de una silla que se desplaza al escuchar mis tacones, no veré una cara de ángel, con su cabello canoso y su sonrisa de par en par.
Sabía que esto podía suceder, todo por no respetar las reglas, “las reglas están para quebrantarse” dijiste y yo no hice caso a mi intuición y te seguí el juego.
Y ahora...me había quedado sola.
Mi primer día de trabajo, al encender el ordenador y conectar el programa de chat interno, la ventana parpadeó, al abrirla me encontré con un emoticono y un saludo de bienvenida. Respondí amable pero cortante, pero al día siguiente sucedió lo mismo.
Al principio todo fue muy formal, “Buenos días, sea usted saludada” y yo también enviaba un saludo formal, hasta que las cosas se fueron haciendo descaradas, nos embarcamos en un juego cada vez mas íntimo, mas sensual, erótico.
Nos enviábamos acertijos, el ganador recibía un fragmento de una foto, para armar a modo de rompecabezas. Cada uno por su lado nos habíamos hecho una fotografía desnudos e íbamos entregando una parte al otro si resolvía el acertijo.
El premio por completar el puzzle, era un encuentro bajo las condiciones de quien lograra recomponer la foto con todas sus partes en el menor tiempo posible.
Cuando ambos llevábamos montado una pierna, o un trozo del brazo, un poco de cabellera, mas o menos después de diez acertijos, ya no podíamos soportarlo mas. Nunca habíamos hablado, casi ni nos habíamos mirado, no conocíamos detalles de nuestras caras, de nuestros cuerpos, solo una mirada fugaz por la mañana, pero a pesar de eso, nos moríamos por tocarnos, por sentir la piel del otro, por paladear los sabores mas íntimos, teníamos el morbo exacerbado.
Por la noche, nos consolábamos solitariamente en la cama para poder dormir, y ambos despertábamos en cada punta de la ciudad con verdaderos sueños húmedos.
Nunca había disfrutado tanto masturbándome como entonces, antes lo hacía lo más rápido posible, para calmar mis ansias y poder pasar a otra cosa, pero pensando en él, lo hacía lentamente, recorriendo mi cuerpo, pellizcando mis pezones, acariciando mi labios vaginales, torturándome a mi misma hasta que introducía los dedos en mi cavidad, con su cara presente bajo mis párpados cerrados.
Retrasaba el momento del orgasmo, me imaginaba que me decía cosas que debía hacer, era como si estuviera realmente en mi habitación, a los pies de la cama, sentado cómodamente en mi sillón preferido donde me gusta leer, mi lámpara de pie lanzando un halo de luz directamente a su entrepierna, iluminando cómo se tocaba, primero discretamente, solo acariciando la punta de su pene, y luego de forma descarada, recorriendo con un par de dedos todo el largo de enorme polla.
Llegando a ese punto no me contenía mas y me dejaba llevar por la corriente del placer y notaba como todo mi cuerpo y mi vagina se estremecían en un gran orgasmo. Pero esto estaba en mi imaginación, ¡a saber como la tendría!
Sin planificarlo, se presentó la oportunidad de comprobarlo antes del tiempo que habíamos estipulado, sin haber repasado las reglas minuciosamente, antes de que completáramos el puzzle.
Nos encontramos en los servicios, una puerta lleva a un espacio común con espejos y lavamanos y desde allí se abren dos mas con los típicos dibujos de chico y chica. Estaba secándome las manos y cuando él entró nos quedamos totalmente sorprendidos. En silencio me hizo señas hacia el baño de las chicas y yo asentí, sabiendo que dentro no había nadie.
Levantó mi falda, bajó mis bragas y colocó su cabeza entre mis nalgas, lamiendo ferozmente mi sexo que se había mojado rápidamente, mientras que bajaba su cremallera y su boxer y se preparaba para penetrarme sin mas tardanza. Era tanto el deseo acumulado, que en un par de minutos ambos al unísono gritamos el mejor polvo rápido de la historia, mordiéndonos los labios para no ser oídos.
Salí rápidamente del baño, no había nadie y le hice señas para que él también saliera y desaparecí. Habíamos quebrantado las normas, esto iba a traer consecuencias y no necesariamente agradables. Fui a mi despacho, apagué el ordenador, cogí mi bolso y salí del edificio como alma que lleva el diablo, a pesar de que faltaban algunas horas para terminar mi jornada laboral.
Al día siguiente, caminé lo mas silenciosa que pude, pero me escuchó y se giró como cada día, con su sonrisa, con una mirada mas luminosa y mas cómplice, mas morbosa.
Apenas encendido el ordenador, una cataratas de letras llegaban a mi monitor, preguntas, preguntas y mas preguntas: “¿porqué te fuiste?” “¿vamos al baño dentro de quince minutos?” “Te veo demasiado seria ¿estás bien?” “¿Lo pasaste mal ayer?” “Quería llamarte pero no me has dado tu número”.... miraba como se cubría la ventana de palabras y no atinaba a hacer nada. Cuando se detuvo, comencé a escribir yo: “Es mejor que cortemos aquí. La indiscreción de ayer nos puede costar muy caro a ambos. Ahora no puedo hablar mas.”
Cerré la ventana del chat y segundos después una secretaria entró en mi espacio de trabajo diciendo que debía presentarme urgentemente en el despacho del director.
Pasé gran parte de la mañana reunida, salí de la gran oficina con ganas de refrescarme y fui a por mi bolso. Al abrirlo en el baño me encontré una nota diciendo que me esperaba a las seis y media de la tarde en la esquina de Rúa Hermanos Villar y Rúa San Miguel.
Estaba loco, en pleno centro de la ciudad, a pocos metros de la entrada de un hotel, me cogí del secamanos para no caer, este chico había perdido la cabeza.
Volví a mi sitio y le escribí: “no me esperes, no voy a ir, no me busques mas”. La tarde pasó lentamente, no podía concentrarme, sabía que sentado a mis espaldas, del otro lado del pasillo, estaba él, en el reflejo de mi ordenador podía ver su espalda, una espalda que me moría por acariciar, una espalda ancha, musculosa, con unos brazos fuertes que me habían sostenido mientras me penetraba con vehemencia, con pasión.
Llegó la hora de marchar. Esperé a que saliera, hice tiempo para no tener que encontrarlo en el ascensor o en la recepción. Bajé al parking y ahí estaba, junto a mi coche. “¿Qué haces aquí?” Le pregunté y solo dijo: “Tengo que verte, necesito hacerte el amor, no quiero un polvo rápido en el baño, por favor coge mi número de teléfono, llámame”. Se subió a su coche y se marchó, abrí el mio y me senté frente al volante sin creer lo que me estaba pasando, mis ojos miraban sin ver la tarjeta que tenía en la mano.
Si sucumbía a la tentación y lo llamaba, podía estar en peligro, él, incluso yo. Ya estaba siendo castigada por anteriores indiscreciones. Decidí salir de la ciudad, apretar al máximo el acelerador y alejarme por un rato.
Ya en la carretera, con el aire agitando mis cabellos, al mirar por el retrovisor, veo su coche siguiéndome de cerca. Señalicé para aparcar en el arcén, se detuvo detrás de mi. Bajé hecha una furia y su sonrisa desapareció. “No te enfades, venga, busquemos un sitio donde poder quitarnos la ropa, atrévete a disfrutar de tu cuerpo, déjame que te haga gozar, sé que puedo hacerlo como nadie lo ha hecho antes”
Un sonido nos llamó la atención y ambos quedamos petrificados al ver un tercer coche, detenido a pocos metros de nosotros. Bajó alguien de la parte delantera que me indicó que le siguiera, me abrió la puerta trasera y una vez que estaba dentro la cerró.
Caminó de regreso hacia él y le dijo: “la curiosidad mató al gato, si se hubiera limitado a disfrutar de la mujer del jefe en el baño o con los juegos de adivinanzas... pero no, quería mas, tenía que saber quien era, pues ella es la responsable de que mañana no tenga que presentarse a trabajar, pase a recoger su finiquito”

2 comentarios:

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