De sexo se habla y se escribe mucho, mas de lo que se practica.
Esto no es una guía para practicar mas, pero puede ser que mis experiencias
te hagan sonreír, sonrojar o te ayuden a conocer mas sobre el tema, buscarle
nuevos puntos de vista, o aprender juntos sobre sexo, erotismo y placer.

viernes, 29 de octubre de 2010

Sexo para tres (I parte)

Entramos al piso y había luz en la sala, mi lámpara favorita estaba encendida, la que logra que el ambiente se sienta íntimo y acogedor, que invita a tirarse en la alfombra, sobre los cojines y entregarse a los placeres que nos depara el silencio de la noche.
Te pedí que me esperas un minuto y fui hasta la otra habitación de la que salía un halo de luz a través de una puerta entreabierta, el estudio. Estaba trabajando, la mesa cubierta de mil papeles, en aparente caos. Al escucharme entrar, levantó la mirada y le dije: “Hemos llegado. Me apetece un poco de vino ¿puedes abrir una botella y traer tres copas?” No respondió, pero se levantó y se dirigió a la cocina.
Regresé a la sala, estaba impaciente, inquieta. Estabas ahí, esperándome, todo tu cuerpo exhalaba deseo y excitación, mis hormonas danzaban reaccionando a tu olor. Me gustaba tu olor, y quería sentir tu sabor, el sabor de tu piel, de tu boca, de tu pene. Sin tocarnos, nos provocábamos con la mirada, lo decíamos todo, no hacía falta hablar.
Llegó el vino, hicimos entrechocar el cristal y dijimos “por nosotros” y no tuvimos mas remedio que reír por lo ridículo de la situación.
Tres desconocidos, en una noche cálida, reunidos por fin, luego de decidir hacer realidad una fantasía, que fue creciendo en detalles a través del tiempo y el intercambio de numerosos mails, de infinidad de fotos sugerentes, de conexiones con cámaras que sólo dejaban ver siluetas, apenas fragmentos, un pecho femenino mientras una mano masculina lo acariciaba, una mano solitaria sumergida en un boxer, acariciando el miembro erecto pero sin mostrarlo.
Todo eso nos había traído hasta aquí, pero ahora ninguno se atrevía a dar el siguiente paso. Hasta que una mano bajó la cremallera del vestido azul, que se deslizó hacia el suelo, recorriendo mi cuerpo con una caricia de seda en su camino, dejándome desnuda, sobre mis altos tacones, apenas cubierta por la diminuta tanga, indefensa ante la mirada de dos hombres que deseaban poseerme al mismo tiempo.
Nuestro invitado se puso de pie y se acercó con la mano extendida hacia mis pechos, hacia los pezones duros y expectantes, mientras que el anfitrión, nuevamente se acercó por detrás, cogiéndome las nalgas con fuerza, posesivamente. Ambos comenzaron a besarme, suspiraba, gemía, me mojaba mas y mas y rogaba en silencio que alguno me quitara la última prenda.
Mis deseos fueron oídos, mientras con una mano tocaba mis pechos, la otra se deslizó por mi vientre y se introdujo en ellas, rozando mi vulva, comprobando mi humedad, era tal que había empapado la tela semitransparente y decidió quitarlas.
Sentí el calor de un cuerpo en mi espalda, y una dureza conocida jugando en mis nalgas. Levanté mi mano y comencé a liberar a nuestro invitado de la ropa, mientras buscaba su boca con la mía. Ansiaba descubrir su sabor mas íntimo, al tocar la punta de su polla noté que derramaba gotas de semen e inmediatamente me incliné a sorberlas, con lo que dejé mi sexo a merced del hombre a mi espalda, que no perdió el tiempo para introducirse suavemente en mi, mientras yo seguía lamiendo, catando a nuestro invitado.
Todo mi cuerpo estaba invadido por sensaciones tan intensas, que por momentos me saturaban, por momentos mi mente me abandonaba y echaba a volar, parecía que me observada a mi misma desde la puerta de la sala, me veía gozando, me veía siendo complacida por dos espléndidos hombres, excitados, enhiestos, majestuosos. Era una reina siendo venerada por sus esclavos, servidores seleccionados y entrenados cuidadosamente por mi misma para darme el mayor de los placeres, pero ellos no se sentían esclavos, rogaban y suplicaban por tener la oportunidad de adorarme.
Ambos orificios fueron cubiertos con dulzura y pasión, en una danza que se sentía ancestral, primitiva, con un ritmo que se hacía cada vez mas frenético, hasta que una explosión ocurrió en mi, un infinito orgasmo que no lograba identificar de que zona de mi cuerpo provenía, aunque ya no importaba, me recorría de punta a punta, temblaba, mis músculos extenuados de tantas descargas sensoriales aún tuvieron la capacidad de percibir los espasmos de aquellos hombres que derramaban sus jugos dentro de mi, casi al unísono, poco después de ocurrido el mío.
Siempre me habían dicho que el mejor sexo era para tres, pensaba en eso cuando volví en mi, sobre la alfombra, recostada en los cojines y mi brazos y piernas estaban entrelazadas a esos dos hombres.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Atrévete, dime lo que piensas, es anónimo, pero al menos deja un nick o apodo