De sexo se habla y se escribe mucho, mas de lo que se practica.
Esto no es una guía para practicar mas, pero puede ser que mis experiencias
te hagan sonreír, sonrojar o te ayuden a conocer mas sobre el tema, buscarle
nuevos puntos de vista, o aprender juntos sobre sexo, erotismo y placer.

lunes, 21 de febrero de 2011

En el rincón mas íntimo (I) relato

un relato escrito por HOMBREconAGUANTE
Es un apartamento perfectamente camuflado entre varias docenas iguales más, en un edificio perdido entre los muchos de una gran urbe bañada por la noche; ¿qué tiene de especial? Comprobémoslo.
A medida que nos acercamos a la cara exterior de una de sus paredes, alcanzamos a distinguir unos sonidos entre los muchos que pueblan la ciudad: se trata de gemidos, casi lastimeros; y de una respiración entrecortada, casi asfixiada.
Ojeando a través de las rendijas de la persiana bajada buscando su origen, descubrimos un consolador de dimensiones más que respetables desapareciendo dentro de una pelirroja de ojos claros y curvas pronunciadas. Yaciendo desnuda sobre la cama de un dormitorio en penumbra, se estira y retuerce de placer como una gata que se despereza. Su blanca piel refleja en parte la escasa luz que se cuela en la estancia, convirtiendo a la mujer en la luna de su propio cuarto.
Si somos capaces de oírla gemir desde fuera, nada impide pensar que sus gemidos, crecientes, traspasan también el resto de paredes de la vivienda y que son oídos por sus vecinos. Así, su rincón de placer se vuelve menos íntimo, lo que parece no importarle demasiado, por otra parte.
Cuando le queda poco para llegar al orgasmo, el sonido de un timbre se eleva sobre la sinfonía de jadeos, gemidos y suspiros. Disgustada, se saca el consolador, dejándolo escondido bajo la almohada y, mientras se dirige a la puerta de entrada, viste su cuerpo únicamente con una bata. A través de la mirilla ve al otro lado a un joven, alto, moreno, con melena y de cierto atractivo. Quizá por esto último abre la puerta sin haber echado antes la cadena.
-"Hola, ¿qué puedo hacer por ti?" pregunta ella.
-"Vaya, ¡qué guapa!"
-"Gracias...", responde gratamente sorprendida.
-"Mmmm, y pareces tener un cuerpazo"
-"¿Perdona?"
-"Te comería enterita ahora mismo, uf"
-"¿Pero qué pasa contigo? ¿Estás loco?", pregunta ella dispuesta a cerrar la puerta con notable indignación.
-"En serio, te voy a hacer de todo"
-"Oye, vete a la mierda"
El joven pasa repentinamente del entusiasmo a la perplejidad y pregunta: -"¿Eres Paula?"
-"¡No!"
-"¿No es éste el tercero derecha?", vuelve a preguntar echándose hacia atrás para comprobarlo en la puerta.
-"¡Sí!"
El chico, confuso, está unos segundos en silencio y pregunta de nuevo: -"¿El tercero derecha del número 37?"
-"No", responde ella algo más calmada, "del 45"
-"¡Jo! mil perdones, no sé cómo me he equivocado", dice pidiendo perdón con las manos juntas a la vez que da media vuelta preparado para salir corriendo totalmente ruborizado.
Ya se alejaba por el pasillo cuando escucha una carcajada femenina y luego: -"Eh, espera, ven anda". Él se para y vuelve sobre sus pasos sin comprender nada. Ya junto a ella, ésta sonríe un rato, recordando una anécdota que le sucedió dieciocho meses atrás, y dice: -"Verás, creo saber qué pasa. Tú buscas un piso de prostitutas que está en el actual número 37. Ha habido un cambio de numeración y este edificio antes era el 37. Has mirado el número antiguo en el portal. Me di cuenta porque hace algo más de un año me pasó lo mismo"
- "Ah, vale, pues repito: lo siento de veras. Me marcho, venga"
Se marchaba de nuevo, atados los cabos, profundamente avergonzado por la equivocación y más por quedar al descubierto su destino real, cuando ella lo vuelve a llamar: -"Espeeera"
Mientras el joven permanece quieto y casi temblando, la mujer procesa rápidamente la información en su cerebro: tiene en cuenta lo excitada que se encuentra por la masturbación recientemente interrumpida, comprueba el atractivo de ese efebo, recuerda algunas de sus palabras ("Vaya, ¡qué guapa!"). Nunca está de más un halago ("Te comería enterita") ¿A quién amarga un dulce? y por otra parte ¡qué modo tan práctico y oportuno de quitarse el calentón!
Al final, tras sopesar pros y contras; riesgos y beneficios; desventajas y recompensas y mordiéndose el labio, dice: -"Veamos... ¿Tú querías ir al actual número 37 para ver a la tal Paula y tener sexo con ella... pagando, ¿no?".
El chico asiente acomplejado.
-"¿Y no te apetecería -prosigue ella- quedarte en el antiguo número 37 con Noemí y tener sexo... gratis?"
El joven siente un escalofrío recorrer su cuerpo y el color de su rostro pasa prácticamente del rojo al violeta ante los bruscos bandazos que llevan dando los acontecimientos desde minutos atrás.
-"¿Y bien?" vuelve a interrogar ella.
-"Vale", responde algo menos indeciso. "Mi nombre es Emilio".
-"Encantada Emilio"
Noemí lo invita a pasar hasta su cuarto y enciende la luz. Luego, le pide que se desnude. A medida que se desembaraza de la ropa, ella contempla su cuerpo musculado, indicio de su paso por el gimnasio o de la práctica regular de algún deporte. Pero no tiene una figura exagerada de un culturista, sino más bien la armónica y tonificada de un nadador. Además está completamente depilado. Para terminar, el tamaño de su pene no es en absoluto despreciable.
Una vez desnudo, Noemí deshace el nudo de su bata con un rápido y hábil movimiento de muñeca y la deja caer al suelo mostrándole una silueta esbelta en la que destacan unos pechos grandes y unas nalgas generosas.
Dando dos pasos cada uno se encuentran a medio camino en un beso que, comenzando con ternura, pronto acaba siendo una enconada rivalidad sobre quién introduce más la lengua en la boca contraria. Apretándose con un abrazo, Emilio nota los duros pezones rosados de Noemí sobre su pecho.
Tras largos y húmedos besos, Emilio le da media vuelta y atrae su espalda contra él. Desde esa posición, la besa en el cuello, que se va inclinando lentamente hacia el lado contrario. A su vez, una de las manos del joven busca la entrepierna de la pelirroja. Sus genitales desprenden calor y se hallan lubricados, por lo que, cuando el dedo índice se adentra aventurero en la más recóndita intimidad de Noemí, lo hace sin esfuerzo. La mano contraria se eleva hasta uno de los senos y lo manosea. Juguetea con el pezón, lo pellizca, lo hunde con la yema de un dedo.
Noemí, excitada, echa su mano hacia atrás a la busca y captura del miembro duro y vigoroso de su compañero. Una vez alcanzado lo masturba lentamente. Con su mano libre, ella se apodera del pecho que no está ocupado por los cuidados de Emilio y lo levanta hasta su boca para chuparse el pezón, inflamado por el placer; lo cubre con su lengua, lo humedece con su saliva; y sólo lo suelta cuando encuentra ante su cara el dedo que hasta ese momento él tenía alojado en su vagina.
Ese dedo que luce resplandeciente, envuelto por una capa de sus jugos sexuales, pronto es degustado por la pelirroja, quien paladea su propio sabor, quien lame golosa la yema, libera de sus manos su seno y el falo que masturbaba para agarrar con ellas la mano elevada de Emilio y chupar su dedo, succionándolo como si le practicara una felación, abandonada a la tarea de saborear toda partícula de su propio flujo.
CONTINUARÁ...
un relato escrito por HOMBREconAGUANTE

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