De sexo se habla y se escribe mucho, mas de lo que se practica.
Esto no es una guía para practicar mas, pero puede ser que mis experiencias
te hagan sonreír, sonrojar o te ayuden a conocer mas sobre el tema, buscarle
nuevos puntos de vista, o aprender juntos sobre sexo, erotismo y placer.

martes, 3 de agosto de 2010

Sexo en el Caribe (Parte IV)


Después de almorzar en una de las terrazas al aire libre del hotel, salí a recorrer la peatonal, las pequeñas tiendas y kioscos, de lo mas variados y pintorescos, aunque observar a la gente desde un rústico bar en la calle, con una bebida helada en la mano, era en sí mismo un espectáculo.
Los caribeños son muy extrovertidos, pasan del odio al amor y viceversa en minutos. Verlos gesticulando acaloradamente es suficiente para saber que tipo de asunto están tratando, sin necesidad de escuchar sus conversaciones.
Los isleños obviamente que se conocen todos y al parecer a mi también me conocían, nadie se acercaba ni me molestaba, tenía una marca invisible de pertenencia y ningún otro negro se atrevía siquiera a dirigirme la palabra si yo no lo hacía primero.
Tenía un conflicto, por un lado me gustaba esa experiencia machista que estaba viviendo, pero por otro lado, me desconocía, yo, la chica independiente, la que viajaba sola, la que no necesitaba de nadie para pasarlo bien, la que si le apetecía, amanecía cada día en la cama de un hombre diferente, esa mujer ahora se sentía bien de “pertenecer” a alguien.
Las vacaciones siempre te ponen de cabeza, es un paréntesis en nuestra rutinaria vida, lo que sucede lejos de casa un par de veces al año no hay que tomárselo en serio. Me gusta viajar a sitios diferentes cada vez, lugares exóticos o poco explotados por el turismo global, no me gustan las atracciones saturadas de visitantes con sus cámaras, busco aventuras y desde hacía casi tres años, cuando fui a Tijuana, no había tenido una experiencia con sensaciones tan variadas e intensas.
Los atardeceres son muy breves en el caribe y pronto acabaría el día. Corrí al hotel a darme otra ducha y a cambiarme de ropa, pensar en maquillarme era perder tiempo y energías. Vestida con una camiseta y un pantalón corto salté a la cama y quedé tendida mirando el techo, esperando a mi anfitrión, tratando de descansar y de no pensar en sus músculos brillando de sudor y en su perfume que parecía tenerlo incrustado en el fondo del cerebro.
Para el sexo siempre fui bastante racional, por supuesto que el aspecto físico importa, que el primer contacto visual es fundamental y determinante, pero siempre que me iba a la cama con un desconocido, lo que hacía decidirme no era su apariencia, aunque fuera un encuentro ocasional, intelectualmente debía sentirme atraída. No me van los versos baratos de una cara guapa, un cuerpo trabajado en el gimnasio y un cerebro con poco uso.
Estaba viviendo algo totalmente atípico, con Enrique había una atracción sexual de tipo animal, puramente hormonal, no me interesaba hablar, lo escuchaba con fingido interés. A ciertos hombres les gusta que los escuchen, hay que alimentar su ego y su autoestima para que tengan un buen rendimiento en la cama.
Quería sexo y lo quería ya, a pesar de no tener absolutamente nada en común con ese negro, estaba cachonda perdida como una colegiala de trenzas y faldita a cuadros, pero no lo era, era una mujer que podía llevar a la práctica todo lo aprendido y lo fantaseado, sin ningún tipo de inhibiciones. No tenía ni idea a dónde me llevaría de excursión, lo único que me interesaba era que llegara pronto la hora de quitarnos la ropa y el mestizaje mas erótico que hubiera fantaseado se produjera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Atrévete, dime lo que piensas, es anónimo, pero al menos deja un nick o apodo